Queridos lectores. Hoy no traigo flores, sino hoces. No traigo peces, sino cañas. No los vengo a deleitar con mis bellas palabras, sino que vengo a darles una lección. Ojalá, una lección de vida. No traigo cosas cosas lindas, sino incómodas. Es una lección gratuita. Tienen la suerte de estar leyendo esto en un sitio de internet (¡Su sitio de videojuegos favorito!), por lo que si quieres cerrar la ventana y no leer lo que viene, estás en su derecho, para que luego no alegue por el tono del artículo. Hoy, querido lector, vengo a entregarles la guía de Index para convertirse en un profesional en lo que sea que quieras ser.
Como habrán notado, no dije «ser profesional en los videojuegos» porque antes de ser profesional en algo particular tienes que saber qué es ser profesional, y de esto se trata el Tres-Cero, ¿No? ¿Ser profesional? Pues bien, ¿Qué es ser profesional? Tal vez en las escuelas o en sus familias les hayan enseñado que ser profesional es el equivalente a tener una profesión o tener un cartón que dice que estudiaste en una universidad tal y tal oficio. Error. Terribles definiciones. La primera porque implica que cualquiera que hace una cosa es un profesional de tal cosa. La segunda porque el hábito no hace al monje. La gente confunde ser validado socialmente por medio de un empleo o título con ser alguien profesional, pero tales definiciones reducen el concepto de profesional, al de un mero artesano de algo al que maneja un tema con cierta pericia, con cierta destreza, con cierto conocimiento. Si no es esto lo que significa ser profesional, ¿Qué lo es? Para poder definir bien nuestro concepto, debemos oponerlo contra el ser casual (o amateur). Tal vez como alguien que se maneja en videojuegos, este término te sea familiar: el casual es el que juega videojuegos un tantito nada más para relajarse, para no pensar en su día, para divertirse. El que juega Candy Crush o el que juega jueguitos de baile. Ese es el casual. ¿Puedes decir que al casual no le gustan los videojuegos? Ciertamente no, pero el que no juega por jugar un juego, por conocerlo, por vencerlo, por superarlo, por superarse, porque el juego es un motivo en si mismo. El casual juega, mira, escucha, lee y trabaja no por pasión ni amor a la actividad, sino por placer. Lo hace porque le reporta algún tipo de beneficio inmediato de satisfacción. En el momento en que aquello no le produce placer, en el momento en que lo saca de la zona de confort, esa persona se alejará de la actividad. Esa es la diferencia entre el profesional y el casual: El profesional tiene una pasión por aquella actividad. La ama, en un sentido de ágape: Algunas veces sufre por ella, algunas veces lo pasa mal, algunas veces sufre, pero por aquello esa persona, no tengas duda, va a caminar una milla más si lo necesita, va a estar horas, días en vela persiguiendo el objeto de sus pasiones, «pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón». El casual, por su parte, simplemente está detrás de la misma cosa sólo por placer, sólo en la medida en que este le retribuya positivamente de alguna manera.
¿Pero qué significa esto en concreto? ¿Qué implica ser profesional? ¿Qué hace el profesional que lo separa del casual? Son estas las tres reglas cardinales del profesional. Cualquier persona que ame algo, que se dedique a ella con todo su ser, de una u otra manera aprende que el camino es estrecho, las penas grandes y los esfuerzos tremendos. Pero si no lo hacemos, ¿qué realmente valemos? «Si la sal deja de ser sal, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada». Porque lo primero que uno aprende es que a la larga aquello que amas no te va a traer placer. Al menos no inmediato. La primera lección es aprender que cualquiersea el objeto de tu amor, en lo que (o por lo que/quién) desees perseverar y mejorar, eventualmente descubrirás que no será entretenido; algo que en jerga de internet se denomina «>Implying X is fun».
1) >implying X is fun
Tal vez la regla más fácil para detectar y separar al profesional del casual está en los motivos por los que hace algo. Ya lo dije antes, pero creo que no puedo subrayar lo suficiente lo mucho que significa esto. Muchas son las veces en las que he terminado con la pregunta de si a la otra persona le gusta la música, con la natural respuesta positiva. Sin embargo, cuando le pregunto a la gente «¿Por qué te gusta la música?», la respuesta general es «Porque me entretiene» o cualquier otro motivo utilitario –o sea, que es un medio para otra cosa. ¿Pero es eso realmente que te guste la música? ¿No es una respuesta un poco ambigua? Claro que nos gustan las cosas que nos traen beneficios, es algo natural. Pero en realidad no hay en eso un verdadero interés. El interés está en el motivo ulerior. En el momento en que la música deja de traerle resultados placenteros a la persona, la persona en cuestión la dejará de lado y buscará otra fuente de placer. Lo mismo con todas las cosas, ¿No lo pasas bien jugando Starcraft II? pues lo cierras y juegas otra cosa. ¿Sólo sales a correr para bajar unos kilos? entonces sal solamente para quemar las calorías necesarias, ¿No te gusta tu trabajo en la oficina?, fácil: entrega el mínimo y espera por el cheque a fin de mes. Cuando uno realmente es profesional en algo, entiende que ese algo se hace por motivos mucho más profundos que la satisfacción inmediata, lo que significa que lo vas a pasar mal más de una vez; que incluso dejará de ser entretenido a ratos, tal vez, en mucho tiempo, y eso trae a su vez desmotivación. Entonces entra la primera virtud del profesional: La disciplina.
La disciplina es la capacidad de autogobernarse y hacer algo a pesar de no sentir motivación de hacerlo. Puede que a primera vista suene contraintuitivo «autoimponerse» contra «amar algo». Lo primero que uno piensa es que debería surgir naturalmente el deseo de hacerlo. Pues no. La motivación no es de fiar. La motivación es fugaz y en apariencia confiable, pero en el fondo no lo es. La motivación nace del placer inmediato, del interés primero en algo, no requiere concentración, simplemente llega a ti, no hay que perseguirla. No hay esfuerzo en la motivación, sino en la disciplina, en la posibilidad de llevarnos por nuestra propia voluntad a hacer algo simplemente porque lo queremos, porque queremos ser mejores por eso, para eso. Tómate a ti mismo y dite «voy a hacer esto» y hazlo. Para poder hacer eso, necesitas determinación.
La determinación es te va a llevar más lejos que la motivación. Si van juntas tanto mejor, pero no confíes en la motivación ciega. Esta no te va a llevar lejos. Entrénate a ti mismo para trabajar sin ella y para eso necesitas enfrentarte sin rodeos y decidir qué es lo que quieres hacer de ti mismo. Al final del día, al único que no le puedes mentir es a ti mismo. Es perseverando contra todo pronóstico y obstáculo que se superan las metas. Lo cual nos lleva a la segunda regla para ser profesional: No hay excusas.
2) No Johns
Claro, tener disciplina es la base para ser profesional en lo que sea. De eso no hay dudas, sin embargo para seguir adelante, hay que saber mantenerse firme y luchar. Sobre todo, luchar contra el primero de tus adversarios: tú mismo. ¿O acaso crees que la determinación llega sola? ¿Qué haces cuando a pesar de tus intentos fallas? ¿Te quejas? ¿Le tiras la culpa a factores externos? ¿Cuántas veces nos hemos dicho «no, no puedo», «no, es que no estaba en las condiciones óptimas»? Pues el primer obstáculo para lograr la disciplina es destruir tu propio ego y, cerrar la boca y seguir adelante. Las quejas sólo te van a llevar a racionalizar tus errores, a normalizarlos, a justificarlos. Bien me enseñaron en mi casa que la excusa agrava la falta. Si fallaste, simplemente supérala y supérate. Para ello, necesitas tolerancia a la frustración. Errores van a haber siempre, pero si nos colgamos de ellos para ponernos barreras, nunca lograremos superarnos. Es por medio de la templanza que superamos la frustración y la rabia y nos mantenemos concentrados en la meta. El único que puede perseguir tus sueños eres tú. ¿Qué te detiene? ¿Tus quejas?, ¿o acaso tu inconstancia? Porque hay una última regla aún. No basta con ser ser conciente, no basta con disciplinarse. Hay algo que realmente define el que se supera del que no. La perseverancia.
3) Git Gut
Una vez leí algo muy revelador: El talento puede moverte, pero la perseverancia llega más lejos. «Git Gud» es lo que le dices a alguien que pregunta cómo mejorar. Es una frase bastante pesada, pero es a su vez completamente cierta: «Hazte bueno». Para hacerte bueno, debes seguir a pesar de los errores. No hay otra regla, porque es lo que aplica a todo. ¿Te caiste? No importa, levántate y sigue adelante. Los imperios no se levantan de la nada. Las luchas no se ganan en un día. Las personas aprendemos de los errores. Son estos nuestros grandes maestros. Ya decía el grande de Marcelo Bielsa, un apasionado –un verdadero profesional– del fútbol: «Nosotros deberíamos aclararle a la mayoría que el éxito es una excepción. Los seres humanos de vez en cuando triunfan. Pero habitualmente desarrollan, combaten, se esfuerzan, y ganan de vez en cuando. Muy de vez en cuando.» Los errores nos forjan y la perseverancia nos lleva a la victoria. ¿Sabes cuando uno pierde? No cuando uno es derrotado sino cuando se rinde, porque el que es derrotado dio lo que tenía para ganar y eso, amigos, es una victoria. El que se rinde, en cambio, perdió. Perdió a causa de su falta de fe en si mismo, perdió porque dejo de luchar. Ser profesional es mucho más que ser el que más gana. Profesional es el que más corazón entrega, el que da el paso extra, el que corre una milla más, el que se queda practicando hasta poder lograrlo, el que dice «yo puedo» y lo hace. Porque nada es imposible. Puede que el seguir sea duro, puede que uno deba sacrificar mucho, que en el momento más oscuro todo parezca fútil y sinsentido, pero créeme que al final del día, habrás ganado tu pedazo de cielo, porque te superaste a ti mismo; porque lograste levantarte y actuar, porque tu diligencia te llevó donde no hubieras llegado: a ser alguien mejor.
Esto es ser profesional. Y tú, ¿Tienes lo que se necesita para ser un pro o vas a dejar que tu vida pase frente a tus ojos como maniquí en un escaparate?
P.S.: Esto no iba ni aquí ni allá, así que tuvo que quedar para el final: una vez alguien, en un momento de gran iluminación, –y creo que la reflexión nació luego de burlarnos y reírnos de la bastante light moraleja de «(500) Days of Summer»– me enseñó que lo más importante cuando te enamoras de alguien no es que a ambos les gusten las mismas cosas, sino que a ambos les gusten por los mismos motivos; que los amen de la misma manera.
Quiero agradecer a TheRealPhenom por la inspiración sobre la disciplina. Sin él, esa parte no hubiera existido.
Para Helena.