Estimados lectores, con el siguiente artículo inauguro la nueva ventana de IRGamers: «Dos centavos». En esta sección, tocaremos temas algo distintos a los habituales en IRGamers, a saber; videojuegos y tecnología. En Dos Centavos, nos avocaremos a temas que nos parezca importante compartir, denunciar, o simplemente traer a colación. Desde un pequeño texto para quedarse pensando, hasta un ensayo extenso para soltar lo que opinamos respecto al tema. Hoy, para abrir esta sección, hablaré de algo que, como melómano, me afecta profundamente. Vengo a compartir una experiencia personal, algo triste, algo dolida y -ojalá- con algo de reflexión.
El pasado Lunes 18 de Marzo, luego de casi diez años de trabajo y esfuerzo; de risas, de llantos, de compañía y de cercanía, cerró sus transmisiones la que fuera la única radio que se arriesgó a apostar por la música alternativa, la única que radio en todo el dial chileno que trajo a la mesa temas de discusión que no fueran pendejadas, actualidad o noticias, la única emisora que se la jugó por aquel nicho de jovenes que no estaba ni ahí con la música pop o pop rock, con la música chabacana ni con programas eternos y aburridos de dinosaurios que deberían retirarse. La única luz para los pocos -y aquí no me importa si me piensan pretensioso- que queríamos ir un poco más allá: Los que ibamos a la vanguardia.
Este Lunes cerró sus transmisiones Radio Horizonte.
Desde el año 2004, Radio Horizonte se dedicó a difundir y dar tribuna a grupos que nunca en sus vidas soñarían sonar en una sintonía FM. Grupos como Radiohead, Arcade Fire, MGMT, LCD Soundsystem, White Stripes, Real Estate, Belle & Sebastian, Tame Impala, Grizzly Bear y en fin, la lista suma y sigue. Grupos que muchas veces conocí gracias a esta radio, o que logré desenterrar de mi memoria gracias a ella. En un país donde las radios sólo tiran a la parrila canciones de épocas muertas que se niegan a morir, o que simplemente repiten como loro pues son populares y son consumidas por las masas, ésta apuesta era atrevida y arriesgada. No sólo eso, la Horizonte entregaba programas donde se trataban temas interesantes: música, arte, humanidades, arquitectura, ciencias sociales. Cosas que en otros lados se hablan como si fueran parte de una esfera epistémica superior, con aires de soberbia y superioridad -o derechamente no se hablaban porque «no es bacán, ¿cachái?»-. Aquí se hablaban como temas del día a día, se compartía una discusión enriquecedora y común. La gente en la radio trabajó arduo, contra viento y marea, para mantenerse adelante con su público; el equipo se movió para traer, organizar y/o auspiciar conciertos y festivales en Santiago; más recientemente, el Lollapalooza, que se celebra anualmente en Abril.
Personalmente, ésta es una perdida muy dolorosa: desde que era un jovencito de mundo más abierto, empecé a explorar nuevos panoramas musicales. La Horizonte estuvo ahí, no sólo para guiarme y para recomendarme cosas; la radio me hizo compañía cuando nadie más lo hacía. Cómo no recordar esas tardes llegando de la universidad, escuchando «Pensar es Gratis» con Federico Sánchez, o los almuerzos en la media acompañado por «Cocaví». La Horizonte fue más que sólo una radio. Fueron muchos recuerdos. Fue toda mi adolecencia. Fue la voz de quienes no teníamos voz. Fue un punto de encuentro para aquellos que nos sentíamos solos, los que estabamos lejos del dogma social.
Mucho he escuchado de alguna gente -el clásico ser insoportable, que se queja del que se queja, que alega que tiene derecho a alegar, y que hay que ser tolerante con el intolerante- diciendo «¿Para qué preocuparse, rabiar, enojarse o entristecerse por el cierre de la radio? Si de verdad quieres escuchar tu música, ve, descarga la discografía y ponla en tu reproductor». Actitud que, la verdad, encuentro de una falta de consideración y tino increible. En primer lugar, el fin de la radio no es «escuchar discos completos en su canon y como obras de arte enteras»; es dar una selección de música, un mixtape of sorts, dar un poco de amplitud de repertorio para conocer más artistas, o sintonizar, o vincularse con alguna canción (el inglés «relate to» deja más en claro lo que quiero decir).
Si esta gente de verdad cree que escuchar canciones sueltas es un insulto para los artistas, no veo cual es la razón de ser de los «Singles», y aquí no hay nada que decir con respecto a las disqueras; dudo que le pongan una pistola en la cabeza a los artistas para soltar cosas en los Record Store Day, -instancia creada por ellos mismos para reivindicar a las tiendas que venden música- o para vender 7″ con una canción y un lado B o un Doble Lado A. La radio no es para «escuchar discos» ni apreciar obras de arte, es para hacer compañía, y difundir música. Y sí, hay música, incluso a estas fechas en el s.XXI que es lanzada sacada en single. Ejemplo de ello son Honycomb/Gotham de Animal Collective y Daily Mail/Staircase de Radiohead. Si de verdad se quiere ser puritano con un disco y apreciarle como obra de arte tal, cómprese un tornamesa, unos buenos headphones, te consigues un vinilo, y escuchas. Ahí tienes «MUH VERDADERA EXPERIENCIA ESTÉTICA» que tanto intentan comparar con ir al museo o al teatro. Esperar que la obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica siga siendo un algo superior o especial, o que se le debe una mayor respeto, es un gran error (al menos en nuestra vida cotidiana).
Segundo, y lo que más me molesta, es esa visión capitalista neoliberal de ‘la estación’ como un mero objeto económico: «La radio fue comprada por razones [No generaba plata, no apuntaba a una mayor demografía, etc…], y éstas justifican suficientemente su cierre porque el mercado regula como funciona el sistema»; atropellando así algo absolutamente importante en lo que me quiero detener:
La memoria y el patrimonio.
Esta gente no logra tomar conciencia que, con el cierre de la emisora, no solamente desaparece «una señal radial»; desaparecen con ella miles de memorias, miles de bellos recuerdos, de tardes en las que fuimos acompañados por los locutores. Es el valor de nuestra historia, de aquello que guardamos en un baúl, y que le mostramos a nuestros nietos, mientras le relatamos nuestras proezas de juventud. La destrucción de esta radio -para mi- es un atentado contra el -y MI- patrimonio inmaterial. Un atentado contra aquellos lugares donde nosotros, los que escuchabamos esta radio, pasamos; un atropello contra todo aquello significativo; todo en pos del dinero, del capitalismo desgarrador, que engulle todo lo que haya a su paso para poder amasar más dinero. Esta perdida es para mi, tan dolorosa como la destrucción de un edificio antiguo, con historia, de una tienda de esas que huelen a vieja, de una antigua empresa estatal o incluso de un rinconcito especial de la ciudad, siendo absorbida por una transnacional. La concentración de medios por parte de los grupos poderosos en este país, destruyen todo lo que tienen a su paso, y lo absorben para satisfacer sus egoístas fines. Y la horizonte no es la primera ni la única; el mismo Lunes la radio Oasis pasó a manos de los mismos que compraron la señal de la Horizonte, y antes otras radios emblemáticas como la Zero, la Concierto, la Tiempo, la Rock N Pop, muchas que cambiaron de dueño y se volvieron un Zombie, una sombra de lo que algún día fueron. Da pena, da rabia, da impotencia ver como lo que se construyó en años de esfuerzo, con tiempo sea botado por una fardo de billetes.
Tal vez nunca más haya una radio como la Horizonte en este país: Nunca más vacilaré al ritmo de esas eclécticas canciones; tal vez nunca más mis tardes serán adornadas con la compañia de quienes estaban conmigo, al otro lado del parlante. Tal vez ésta y otras cosas más, nunca más podrán ser vividas. Pero queda la memoria, queda el vivo recuerdo de aquellos días en que la 103.3 estuvo conmigo. Me alegró cuando mi adolecencia era una mierda o un desmadre, de las veces que me enseñaron algo bonito; esa radio que marcó mi temprana juventud.
Por eso, hoy, quiero dar una despedida a la Radio Horizonte.
Darle gracias por todo, y tal como ellos dijeron: «La vida no es más que una coleccion de momentos.»
Es hora de hacer nuevos momentos. Nuevas memorias. Con aquellos que aún están a nuestro lado. Abrazarlos, y agradecer que están aquí con nosotros.
Sin más que decir, los dejo con ésta, la última canción que sonó en la horizonte…
Mi querida Radio Horizonte.
Con ustedes, Wake Up de Arcade Fire.
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